Anoche tomé un lexatín, pues estaba algo nervioso y cansado tras un viaje a Gijón, donde pasamos en día. Por la noche, después de cenar, me tranquilicé y me fui a dormir a las 23h, pensando que debía desprenderme de algunos "apegos" que restan soberanía y dignidad personal, tal como dependencia afectiva de los hijos. Por supuesto que es ley de Dios amar y proteger a los hijos y esposa, pero no está establecido que uno deba someterse al arbitrio o capricho de alguien, si actúa de forma injusta.
Esta mañana he escrito una carta a B, para que vea que sigo interesado en su vida... y con una relativa esperanza de que se digne responderme... En todo caso, yo creo he cumplido mi deber de padre...
Por la tarde, hacia las 17h, estando relajado y de buen humor, sentí la necesidad de telefonear a Blanca, en la confianza de que posiblemente obtendría respuesta. Pasaron menos de dos minutos y sorprendentemente oí una voz muy sonora y vital de Blanca que claramente me decía: "Papá, mañana te llamaré. Ahora no puedo hablar". Yo pregunté: "¿A que hora me llamaras?"; y ella me respondió: "A mediodía!"
No hay comentarios:
Publicar un comentario